DE CADENAS Y DE
HOMBRES
Éste libro comienza con un estudiante que se mete a laborar a
una fábrica con el fin de investigar o más bien de tratar de saber y observar
la cruda realidad de los obreros.
En septiembre del 68’ decide adentrarse en la Citroën se da
cuenta que nada de lo que él pensaba era verdad y también descubre que sus
movimientos parecen imperceptibles y “de una monotonía resignada”.
El estudiante al enfocarse en su destino primordial describe
las características que abruman su área de trabajo como las de los demás
obreros. Son tres: el sentido del olfato es el primero que interviene por el
olor fuerte del hierro quemado, el siguiente en intervenir es el sentido del
oído que es invadido por el escandaloso ruido de taladros, sopletes, etc. Y por
último todas las ideas y sensaciones que cambien el entorno a un solo “color”
que es el gris.
El estudiante después de ser probado y rechazado en varias
áreas de trabajo en la Citroën, queda establecido en el área de atención de los
balancines.
Después de que descubre lo horrible que es el trabajo por la
resignación de los trabajadores por tener algo, aunque sea lo mínimo después de
la guerra de sus respectivos países.
Ser parte de los trabajadores productivos, ver cara a cara a
la Gran Cadena, sentir la explotación, sufrir el ritmo impuesto por el trabajo
fragmentado y la constante vigilancia de los capataces, ingenieros, jefes,
etc., le hacen entender de forma concreta lo que hasta ese momento solo eran
conceptos de una teoría.
El hombre que es tratado solo como fuerza de trabajo esta
desperdiciado, ya que el potencial de cualquiera es muy superior para estar
encadenado a tareas monótonas; la posibilidad de realizar todo ese potencial
está determinado por la existencia y la consecuente pertenencia a alguna de las
clases sociales.
Recuperar la dignidad ante una maquina monstruosa que es gran
cadena, estos hombres sienten esperanza cuando termina su jornada laboral y
después de esas enormes puestas de metal frías y obscuras vuelve a tener aire
de seres humanos que dejan de ser parte de una máquina y retoman sus sentidos
para descargar la tensión de la jornada laboral.
El factor humano solo es un relleno de los procesos
administrativos, los del mando o poder solo tienen interés en el producto o
máquina en el sentido de trabajo utilidad, que en las personas llamadas
operadores que dejan su mano de obra allí, no prestan el mínimo interés en el
sentimiento reprimido que puede reflejar el trabajador en la operación.
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