miércoles, 25 de noviembre de 2015

La resistencia



LA RESISTENCIA

En estas cartas hace referencia a como el carácter del modelo moderno de la actualidad ha hecho que cada vez más nos olvidemos y evadamos lo verdaderamente esencial.

Mientras la tecnología avanza y no se quiere decir que sea abominable, las relaciones entre los seres humanos se desgastan y se vuelven digitales e indirectas; anteponiendo entre ellas una frialdad característica del mundo moderno.

La televisión cristaliza esta nueva visión, ya que idiotiza y, aunque es evidente que no ofrece siempre lo que buscamos, se ha vuelto una costumbre el no inquirir algo mejor que hacer y nos limitamos a quedarnos frente a ella o frente a un computador, un celular, etc, mientras miramos esos hermosos paisajes a través de un aparato, la vida pasa sin que nos demos esa oportunidad de vivir la vida como se debe de vivir y no como se nos ha obligado globalmente a vivirla, percibirla y expresarnos de ella.

No podemos percibir la esencia de la vida, como nuestras generaciones pasadas la perciben, como la mirada infinita de un abuelo viendo a los niños con esa esencia que nosotros mismo vamos olvidamos conforme crecemos “maduramos” y no es hasta esa etapa de nuestra vida que nos permitimos reflexionar del como hubiéramos vivido mejor.

Entender el sentido de los valores en su máxima expresión. Valores que se van perdiendo no sólo por su desgaste sino porque desde la educación; estos valores se deforman porque somos educados para el individualismo y dentro de este siniestro principio no hay cabida para los valores de cooperación, solidaridad, honestidad y compromiso.
Grandioso seria el momento en el que desde las escuelas no existiera el famoso cuadro de honor sino mejor el del pensamiento y esfuerzo común, ayudarnos unos a otros y no bajo competencia individual.

El ser humano siempre ha querido buscar un equilibrio entre el bien y el mal. No se puede concebir al hombre como totalmente bueno, pero tampoco como totalmente malo, ya que la incansable lucha por la bien comprueba la existencia del mal; aunque esta evidencia no necesite ser demostrada.


Los sentimientos, afectos, pasiones, etc.; marcan la vida del ser humano y le hacen colocarse una máscara para cada escenario de su vida, perdiendo muchas veces el sentido real de su única o identidad. De este modo, la maldad y la bondad suceden dentro de cada individuo.

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