miércoles, 25 de noviembre de 2015

Los condenados de la tierra



LOS CONDENADOS DE LA TIERRA

El libro hace una notable crítica a Europa y a su humanismo discursivamente universal, pero elitista y racista en la práctica. El Tercer Mundo, África o América, debe aspirar a una nueva forma de constituirse a sí mismos que se distinga de la europea, para ello tiene que emplear toda su creatividad y su esfuerzo para crear lo que Europa nunca pudo hacer, un concepto de humanismo y de pensamiento que sea integral y no excluyente; esa es nuestra tarea, dejar de trabajar para solo ser países subdesarrollados.
 La crítica no sólo toca a Occidente, sino que deja ciertas tareas y problemas que resolver para el presente. Por ejemplo, ¿podemos apelar a la unidad nacional para resolver nuestros problemas neocoloniales? Y de responderse afirmativamente a la pregunta, ¿qué características tendría esta unidad para no confundirse con nacionalismos dogmáticos, homogeneizantes, intolerantes?
También es una llamada de atención para Latinoamérica y África para buscar una forma de pensar y de gobernarnos que tengan el atrevimiento de partir de nuestros mismos; pero fracasaremos en esta tarea si no entablamos un diálogo con nosotros mismos y nuestra sociedad para entendernos y descubrir nuestras posibilidades.
La ideología dentro de la lucha colonial, es una ideología dominante maniquea que divide al mundo en blanco y negro, bueno y malo, lo virtuoso y lo vicioso, el hombre y la bestia, y que termina por justificar la violencia ejercida sobre el colonizado. Toda colonización es violenta, y en ella una fracción de la humanidad pierde su libertad y es tratada como un objeto, lo cosifican (pierde sus derechos, su dignidad, su tradición cultural).
Ante esta pérdida de todo lo que constituye al hombre colonizado, existe la posibilidad de recuperar su ser por medio de la lucha, “la ‘cosa’ colonizada se convierte en hombre en el proceso mismo por el cual se libera” nos dice Frantz Fanon. ¿De qué forma podemos sobreponernos a la violencia del colonialismo? Mediante otra violencia que le haga frente; pues no se puede razonar con el colono, “el colonialismo no es una máquina de pensar, no es un cuerpo dotado de razón. Es la violencia en estado de naturaleza y no puede inclinarse sino ante una violencia mayor.”

La violencia es un acto necesario para la reivindicación de la humanidad del colonizado, mas sólo se puede luchar de forma efectiva si hay unión entre los explotados o inferiorizados; nunca inferiores. Pues “en lo más profundo de sí mismo, el colonizado no reconoce ninguna instancia. Está dominado, pero no domesticado. Está inferiorizado, pero no convencido de su inferioridad.”
 Y es justo en la lucha donde el subyugado materialmente demuestra su libertad mental. “En el plano de los individuos, la violencia desintoxica. Libra al colonizado de su complejo de inferioridad, de sus actitudes contemplativas o desesperadas.”
Colonias donde existe cierta incompatibilidad entre los partidos nacionalistas y la masa rural, y entre la diferencia de intereses entre la ciudad y el campo. El partido nacionalista tiende a representar más a la ciudad que al campo, es, generalmente, incapaz de actuar en beneficio del pueblo, problema que se agudiza por dejar dichos intereses en manos de “élites más conscientes” con condiciones de vida distintas a las del campo, entre los integrantes del partido.
El territorio está profundamente dividido entre los herederos de la cultura europea, asentados generalmente en las ciudades y los que conservaron su cultura y tradiciones autóctonas que viven en el campo. Las diferentes condiciones materiales, y en la distinta forma de pensar entre el pueblo y la ciudad, y que constituye un gran reto para lograr la unidad nacional.
Cuando dejamos a un partido político la tarea de conformar una conciencia nacional, esta resultará fragmentada, pues el partido nacional tiende a beneficiar sólo a una burguesía que no desea un gobierno más democrático, ni formas de vida más equitativas entre los miembros de un país, sino que desean heredar, simplemente, los beneficios que tuvo anteriormente el colono. Bajo el discurso nacionalista es como el burgués legitima todas las iniquidades.
La cultura en los países subdesarrollados, colonizados, o bajo la amenaza de ser colonizados de nuevo, debe comprometerse con su circunstancia social y luchar a favor de su libertad, en ese sentido, es abiertamente política o ideológica, pues colabora con la emancipación mental del pueblo. La cultura debe ser inteligible y significativa para el pueblo.
Esta situación de dominio, humillación y vasallaje orilla al colonizado a preguntarse constantemente por su identidad. El europeo realizará toda una campaña ideológica y científica para demostrar que el salvajismo, agresividad y pereza del africano, constituyen partes esenciales de su ser, estas características han surgido como parte de la situación colonial; más que ser vicios, constituyen, muchas veces, la forma de oposición al status. Por ejemplo, la pereza del africano se opone a su explotación; al contrario, sólo un africano con alguna patología podría trabajar de forma entusiasta en la empresa europea. Poner en duda la supuesta esencialidad de dichos atributos en el africano, constituye un acto revolucionario que debe extenderse.



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