LOS CONDENADOS DE LA
TIERRA
El libro hace una notable crítica a Europa y a su humanismo
discursivamente universal, pero elitista y racista en la práctica. El Tercer
Mundo, África o América, debe aspirar a una nueva forma de constituirse a sí
mismos que se distinga de la europea, para ello tiene que emplear toda su creatividad
y su esfuerzo para crear lo que Europa nunca pudo hacer, un concepto de
humanismo y de pensamiento que sea integral y no excluyente; esa es nuestra
tarea, dejar de trabajar para solo ser países subdesarrollados.
La crítica no sólo
toca a Occidente, sino que deja ciertas tareas y problemas que resolver para el
presente. Por ejemplo, ¿podemos apelar a la unidad nacional para resolver
nuestros problemas neocoloniales? Y de responderse afirmativamente a la
pregunta, ¿qué características tendría esta unidad para no confundirse con
nacionalismos dogmáticos, homogeneizantes, intolerantes?
También es una llamada de atención para Latinoamérica y
África para buscar una forma de pensar y de gobernarnos que tengan el
atrevimiento de partir de nuestros mismos; pero fracasaremos en esta tarea si
no entablamos un diálogo con nosotros mismos y nuestra sociedad para
entendernos y descubrir nuestras posibilidades.
La ideología dentro de la lucha
colonial, es una ideología dominante maniquea que divide al mundo en blanco y
negro, bueno y malo, lo virtuoso y lo vicioso, el hombre y la bestia, y que
termina por justificar la violencia ejercida sobre el colonizado. Toda
colonización es violenta, y en ella una fracción de la humanidad pierde su
libertad y es tratada como un objeto, lo cosifican (pierde sus derechos, su
dignidad, su tradición cultural).
Ante esta pérdida de todo lo que
constituye al hombre colonizado, existe la posibilidad de recuperar su ser por
medio de la lucha, “la ‘cosa’ colonizada se convierte en hombre en el proceso
mismo por el cual se libera” nos dice Frantz
Fanon. ¿De qué forma podemos sobreponernos a la violencia del colonialismo?
Mediante otra violencia que le haga frente; pues no se puede razonar con el
colono, “el colonialismo no es una máquina de pensar, no es un cuerpo dotado de
razón. Es la violencia en estado de naturaleza y no puede inclinarse sino ante
una violencia mayor.”
La violencia es un acto necesario
para la reivindicación de la humanidad del colonizado, mas sólo se puede luchar
de forma efectiva si hay unión entre los explotados o inferiorizados; nunca
inferiores. Pues “en lo más profundo de sí mismo, el colonizado no reconoce
ninguna instancia. Está dominado, pero no domesticado. Está inferiorizado, pero
no convencido de su inferioridad.”
Y es justo en la lucha donde el
subyugado materialmente demuestra su libertad mental. “En el plano de los
individuos, la violencia desintoxica. Libra al colonizado de su complejo de
inferioridad, de sus actitudes contemplativas o desesperadas.”
Colonias donde existe cierta incompatibilidad entre los
partidos nacionalistas y la masa rural, y entre la diferencia de intereses
entre la ciudad y el campo. El partido nacionalista tiende a representar más a
la ciudad que al campo, es, generalmente, incapaz de actuar en beneficio del
pueblo, problema que se agudiza por dejar dichos intereses en manos de “élites
más conscientes” con condiciones de vida distintas a las del campo, entre los
integrantes del partido.
El territorio está profundamente dividido entre los herederos
de la cultura europea, asentados generalmente en las ciudades y los que
conservaron su cultura y tradiciones autóctonas que viven en el campo. Las
diferentes condiciones materiales, y en la distinta forma de pensar entre el
pueblo y la ciudad, y que constituye un gran reto para lograr la unidad
nacional.
Cuando dejamos a un partido político la tarea de conformar
una conciencia nacional, esta resultará fragmentada, pues el partido nacional
tiende a beneficiar sólo a una burguesía que no desea un gobierno más
democrático, ni formas de vida más equitativas entre los miembros de un país,
sino que desean heredar, simplemente, los beneficios que tuvo anteriormente el
colono. Bajo el discurso nacionalista es como el burgués legitima todas las iniquidades.
La cultura en los países subdesarrollados, colonizados, o
bajo la amenaza de ser colonizados de nuevo, debe comprometerse con su
circunstancia social y luchar a favor de su libertad, en ese sentido, es
abiertamente política o ideológica, pues colabora con la emancipación mental
del pueblo. La cultura debe ser inteligible y significativa para el pueblo.
Esta situación de dominio, humillación y vasallaje orilla al
colonizado a preguntarse constantemente por su identidad. El europeo realizará
toda una campaña ideológica y científica para demostrar que el salvajismo,
agresividad y pereza del africano, constituyen partes esenciales de su ser,
estas características han surgido como parte de la situación colonial; más que
ser vicios, constituyen, muchas veces, la forma de oposición al status. Por
ejemplo, la pereza del africano se opone a su explotación; al contrario, sólo
un africano con alguna patología podría trabajar de forma entusiasta en la
empresa europea. Poner en duda la supuesta esencialidad de dichos atributos en
el africano, constituye un acto revolucionario que debe extenderse.
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